La
intensión de este ensayo es la de hacer una especulación acerca de la falta de
teoría en la historia en México. La
historia actual debería de poner más interés en este tema ya que es fundamental
para la creación de una mejor concepción de la tarea del historiador. A veces
al preguntársenos el por qué de nuestra carrera se cae en un silencio. El que
se dedica a la historia no encuentra
los fundamentos que le dan sentido a la ciencia que estudia. Por eso es vital
el hacer un estudio y reflexión acerca
del tema.
La
crítica y la reflexión, considero, son como una especie de motor de la teoría histórica. La importancia de estos dos
conceptos, por lo menos en México, no ha sido tomada en cuenta como se debería.
Es por esta cuestión que se habla de la falta de teoría de la historia en
México. Cuando hablamos de teoría histórica mexicana inmediatamente vamos a
nuestro único referente, Edmundo
O'Gorman, pero qué pasa con los demás estudiosos de la historia. ¿Acaso en
México no existe un interés por explicar cual es el sentido de la historia para
el ser humano?
Este
tema casi no se toma en cuenta dentro de los estudios históricos ya que en él
se ve una subjetivización del conocimiento histórico. Se le deja en cambio esta
tarea a otras disciplinas como la filosofía. Y esto no pasa precisamente por
una falta de capacidad o pereza mental,
como se suele pensar al comparar la situación de falta de teoría en nuestro
país con la de otros como son los países europeos en los que el historiador es
capaz de crear teorías sobre el fin de su profesión. La falta de reflexión y,
por lo tanto de teoría, a mi parecer, se da por coerción, coerción de la que
uno no está del todo consciente.
Desde
un principio, me refiero a la creación de las instituciones, existe un tipo de
alienamiento o enajenación de los estudiosos que se instala en las dependencias
que se encargan de la producción del conocimiento histórico y es a través de
éste que se regulariza el estudio de la historia. El estudioso que quiere ser
parte de la institución o seguir en ella, debe de seguir las pautas que marca
ésta misma o se vera en una situación de marginamiento.
Pero
esta situación no solo se da en el campo de la historia o en el de las demás
ciencias. En verdad se encuentra en todos lados. En la realidad cotidiana somos
parte de un gran entramado de ideas, sentimientos u opiniones que llevan por
fin el logro de ciertos intereses ajenos a nosotros mismos.
Al
parecer existe toda una estructura que da forma a una sociedad en la que el
pensamiento libre y la reflexión no solo no son bien aceptados sino que incluso
son censurados. Ésta censura puede ser muy bien camuflajada. Existen alrededor
de nosotros cientos de distracciones que nos desvían de lo verdaderamente
importante o significativo. Pero, ¿con qué fin se da está censura? ¿Cuál es la
intención que se esconde detrás de ésta estructura? Y, sobre todo ¿Quién o
quienes son los que ejercen ese dominio de nosotros?
A partir de la reflexión el ser humano es
capaz de entender al mundo y a sí mismo o, por lo menos, puede acercarse a un
conocimiento que está más allá del conocimiento que se adquiere de forma
empírica. El humano ya no se encuentra interpretando el papel de receptáculo de
conocimiento solamente, sino que es capaz de generarlo y cuestionarlo. Es de
este cuestionamiento de donde podemos extraer el germen de la crítica. La
crítica, como decía José Ortega y Gasset, es una lucha, y como tal, es una
personificación de nosotros mismos en un discurso. Es el discurso al que se
quiere censurar.
Para
mi es de vital importancia el uso de la reflexión y la crítica en la historia
ya que sin ella sería casi imposible o imposible la creación de la teoría.
Sería como alejar al ser humano de su historicidad, esto es, de su capacidad
para ser creador de la historia (Heidegger).
La
falta de teoría México
La
teoría de la historia en México se nos presenta como un tema baladí. No es de
importancia la reflexión en la historia, lo importante es la creación de hechos
y el uso práctico que se le puede dar a estas construcciones. Si el estudioso
de la historia hace uso de la teoría los resultados podrían ser de distinta
índole. El trabajo podría ser parte de la filosofía, de la antropología o de la
sociología, de todo, menos de la historia.
La
teoría de la historia es un tema en el que el historiador no debe inmiscuirse
ya que esto representaría un grave problema para la legitimación del las
instituciones y de las personas que verdaderamente ejercen el control de ellas. Para las instituciones es de vital
importancia el mantener a sus integrantes a raya. Si el investigador llega a
representar un peligro, lo mejor que se puede hacer es censurar su trabajo o desprestigiarlo.
Es
importante ver el por qué de esta forma de actuar en el campo del conocimiento
histórico. La falta de crítica o de reflexión en la historia y en las demás
ciencias solo nos llevará a un estancamiento. La perpetuidad de estas formas de
coerción sobre el investigador ha resultado en un declive de la forma misma en
que se ve a la historia.
El
problema que surge de la ya mencionada coerción de los “agentes externos”, como
los llama Boudieu, en las investigaciones históricas es la falta de teoría.
Esta falta de algo tan importante para la comprensión de cualquier campo de
estudio, para la historia se transmuta en una inexistencia de la historicidad
en el hombre.
Pero
¿qué se entiende por historicidad? Para definir de qué estamos hablando en
cuanto a historicidad se refiere hago uso de lo que escribió Agnes Heller en su
Teoría de la historia. Dice:
“La
historicidad no es sólo algo que nos haya sucedido. No es una propensión en la
que nos podamos “deslizar” como si fuese
un vestido. La historicidad somos nosotros, nosotros somos tiempo y espacio.
Las dos “formas de percepción” kantianas no son otra cosa que la consciencia de
nuestro ser. La conciencia de nuestro ser es nuestro ser. Las categorías
apriorísticas kantianas – cantidad, cualidad, relación y modalidad- son
secundarias desde un punto de vista ontológico. No son la conciencia d nuestro
ser, sino la expresión del reflejo consciente en nuestro ser. Los seres humanos
pueden concebir el tiempo y el espacio sin la necesidad de la cantidad, la
cualidad, la relación y la modalidad (como el “tohu buhu”, la nada, el vacío
universal), pero no pueden concebir ninguna categoría al margen del tiempo y
del espacio. Incluso lo absurdo es temporal y espacial porque somos tiempo y
espacio.”
Al
pensar el ser humano es su historicidad y darse cuenta de que es tanto tiempo
como espacio se hará consciente de sí mismo, esto significa que tendrá un
conocimiento inmediato de su ser, de sus actos y de sus reflexiones. Y es esto
parte importante de lo que nos distingue de otros seres, ya que es el hombre el
único ser que se encuentra consciente de su finitud. Los hombres, dice Heller,
son mortales. “Los animales perecen, no son mortales”. La historicidad se nos
presenta con la estructura del ser y está estructura no es más que la
existencia misma.
Este
pensamiento claramente está sacado de la filosofía de Heidegger. Este pensador
se dio a la tarea de hacer una teoría del significado del ser. En su obra Ser
y Tiempo, pese a ser una obra que quedó incompleta, Heidegger plantea ideas
centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del supuesto de que
la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el
sentido del ser, no de los entes, entendiendo por ser, en general,
aquello que instala y mantiene a los entes concretos en su entidad.
Si
vamos más atrás de Heidegger nos vamos a encontrar con quien fue su mentor,
Husserl, quien estudió la fenomenología. Este dato me parece importante por la
repercusión que tiene en el pensamiento de Heidegger y por lo tanto en la
historia. La fenomenología es una rama de la filosofía que estudia la
interacción de los hechos (fenómenos) y de la conciencia. En la fenomenología
la conciencia se mueve en tres tiempos, los cuales son: presente, pasado y
futuro. A cada uno de estos tiempos le corresponde una capacidad de la mente.
Al presente corresponde la sensación, al pasado la memoria y al futuro la
imaginación (Marías, 1989). Considero que es de este pensar en los movimientos
del que Heidegger saca su opinión de que el hombre es capaz de hacer historia.
El hombre al crear su historia a través de la memoria desde un presente en
donde actúan sus sensaciones (su interés) la lanza hacia un futuro imaginario
con el fin de darle satisfacción a su “preocupación” teórica. Éste es un punto
de vista muy personal.
Pero
siguiendo el pensamiento de Heidegger la cuestión que sigue es la de ver qué es
el ser. Para éste filosofo el ser es lo más comprensible y evidente. Todos
somos capaces de comprender oraciones como “el cielo es azul” o “el mar es muy
profundo”. Pero el hecho de que todos podamos entender el uso cotidiano del ser
no significa que entendamos su sentido. Si se nos llega a preguntar qué es el
ser difícilmente lo podríamos definirlo con otras palabras que no sea la misma
de ser. Este concepto tiene algo de enigmático. “El ser no se puede definir”
pero esto mismo plantea la cuestión de su sentido (Marías, 1989, p.415).
Lo
que hace Heidegger es tratar de explicar el sentido del ser a través de la
ciencia. Dice que la ciencia, como comportamiento del hombre tiene el modo de ser
de este ente que es el hombre. A este ser él le puso el nombre de Dasein (Existir en). Pero el filósofo
dice también que la ciencia no es la única forma de ser del existir. El existir
se entiende por su ser; la comprensión del ser es una determinación del ser del
existir.
El
ser del Dasein , del existir , es la Existenz, la existencia. Heidegger llama
existencial a lo que se refiere como la estructura de la existencia. El
análisis ontológico del ente que como ya vimos es la existencia necesita una
consideración previa de la existencialidad, es decir, el modo del ser del ente
que existe.
Pero
existen más entes aparte del ser. También existe otro ente que es el mundo, que
igualmente cuenta con una estructura ya que éste ente está de igual forma comprendido en el ser del existir.
La
estructura de la que habla Heidegger es nuestra existencia. Es la que nos
conforma como seres. Y nosotros como seres habitamos y nos desarrollamos en el
mundo. Este mundo es posible de comprender debido a que está interiorizado en
nuestro ser por la razón de que es en él donde nos desplegamos. Nos movemos en
un espacio y también en el tiempo y estos dos conceptos son también parte de la
estructura que es la existencia. Es por ésta razón que al hablar del ser se
habla igualmente de tiempo y espacio. No fuimos ni seremos, somos, no estuvimos
ni estaremos, estamos. Es de esta manera como llegamos a ser historia.
Tomando
en cuenta estas formas de ver al ser la pregunta sería ¿cómo se aplica esta
concepción del tiempo y del ser que en el desarrolla en la historia? De qué
manera aterrizamos la concepción de Heidegger en el conocimiento histórico. La
respuesta tal vez sea encontrada en el autor que la trabajó en la
historiografía mexicana. Este autor es Edmundo
O'Gorman.
Edmundo
O'Gorman empieza su carrera en la historia en un tiempo de atraso en la
institución. Éste atraso es claramente herencia de la corriente positivista del
siglo XIX. En ella sigue aun vigente el paradigma que trata de entender a la
historia como una más de las ciencias de la naturaleza. Son momentos en los que
existe una cosificación de la existencia humana con el afán de transformarla en
algo ajeno a la existencia misma. El argumento de Ranke, que es un “engaño o
enajenación del pasado” (O'Gorman, p.149), es el que marca las leyes en los
estudiosos de la primera mitad del siglo XX. Éste argumento es: “El pasado
humano no tiene ni puede tener influencia sobre la vida”.
De
igual forma Ranke hizo lo que O´Gorman llama un juicio vicioso que permitió el
paso hacia una consideración teórica inauténtica del pasado. Ranke dijo: “El
pasado es lo que realmente ocurrió”. Con éste cambio semántico se hace un truco
de prestidigitación. El sujeto ya no fue este pasado, sino lo verdaderamente
pasado, se convierte en un ser objetivo al que se le atribuye el predicado de
haber ocurrido.
A
pesar de que con este argumento Ranke trataba de convertir al pasado en un
objeto de estudio, para poder delimitarlo desde la manera en que se hace en las
ciencias naturales, esto resultó ser una
quimera. Al tratar a la historia como algo alejado de nosotros ésta no pasaba a
ser un objeto de la “preocupación”
teórica de la que hablaba Heidegger sino que seguía en su papel pragmático o
utilitario. Esto equivalía a seguir afirmando que la historia no era más que un
depósito de experiencia.
Edmundo
explica a que se refiere Heidegger con esto de la “preocupación”. La
“preocupación” se debe entender como el existir del hombre entregado al mundo
que lo circunda. Éste existir toma la forma de hábito en la que todo se trata
de ver con un fin de “utilidad posible”. Ésta es la etapa en la que se
encuentra la historiografía inspirada en Ranke. Es la simple utilización de la
historia con un fin, utilización que se dará en la historiografía mexicana con la
intención de crear un nacionalismo.
Lo
que O´Gorman juzga de este paradigma es que en el no puede haber en verdad un
conocimiento histórico de carácter científico ya que el origen de la ciencia es
parte de la otra clase de “preocupación” que es la preocupación sabia, o sea la
preocupación especulativa, de índole teorética. Si la historia sigue por este
camino el discurso al que se llegará será el de fabricar existencias (hechos) y
no objetos teóricos a los cuales delimitar a través de un cuestionamiento
serio. Lo importante de esto es recalcar que ninguna ciencia es capaz de crear
existencias, las ciencias parten desde la una existencia previa a el objeto que
será creado por la investigación.
Es de está manera que se llegó a convertir a
los vestigios históricos en fuentes de información, simples materiales de un
pasado muerto, una cosa lejos de nosotros. La historiografía solo trata de
acomodar y clasificar en el tiempo a los vestigios y de está manera
presentárnoslos como pruebas de una verdadera realidad del pasado. Es el pasado
hecho cosa.
Lo
importante de esto es que al hacer la historiografía un truco de imitación de
las ciencias naturales trata de conseguir un fin en específico que es la
legitimación como ciencia y obtener los beneficios que estas tienen. Los
postulados de verdad que ostentan las ciencias de la naturaleza se transmiten a
la ciencia de la historia. El estudioso de la historia se postula como un
poseedor de la verdad, y ésta verdad se niega a ser combatida. Con esto se
logra la extensión de la utilidad de la historia ya que tiene “posibilidades
utilitarias, o sea que se consideran en su función de proposiciones de
certidumbre absoluta y de necesaria, eterna y universal aceptación” (O´Gorman,
p.163).
Para
Edmundo la solución al problema de la historiografía en México tiene que venir
desde afuera. Y es muy comprensible este modo de ver las cosas ya que el
historiador no quiere perder el prestigio alcanzado con éste tipo de historia.
A cualquier crítica simplemente dará la espalda. A los argumentos en contra de
su oficio los verá como venidos de agentes extraños a su carrera. La que vendrá
a encargarse de ejercer la crítica en la historia será la filosofía.
Lo
que viene a dar el “cambio de perspectiva” en la historia es tarea de la
filosofía y el historicismo. Lo que ahora se busca es el deshacerse de las
imposiciones del método aunque esto sea visto como una herejía respecto a la
ortodoxia metódica. El historicismo viene no ha mejorar o enriquecer la
historia tradicional, viene a acabar con ella y es a través de la filosofía que
se intenta armar una historia de carácter teórico.
Mientras
la historia siga viéndose como una ciencia física o natural se está escondiendo
a la preocupación que como historiadores nos debe importar. La historiografía
naturalista “es un modo de ocultación de la posibilidad de llegar a conocer
especulativamente a la historia” (O´Gorman, p.191). Existe un desvío del
juicio.
Hay
que recordar que Heidegger habla de un cambio de juicio para empezar a tratar
bien un conocimiento y darle el carácter de científico. Edmundo usa el
siguiente juicio: “El pasado es un deposito de experiencia humana”. Pero dice
que esté juicio no es suficiente ya que implica aún factores prácticos. Si se
lee de diferente manera el sentido cambia. “El pasado es algo que se refiere al
hombre: que es nuestro”. Así, con éste cambio semántico, se logra hacer del
pasado un ser objetivo: el pasado de atributo humano
El
pasado se convierte en objeto especulativo. Existe una “precomprensión
predeterminante” que delimita al pasado, de donde surgen cierto tipo de
cuestiones. Ahora ya el pasado no sólo pasa a formar parte y tener influencia
en nosotros, ahora es nuestro. Lo que pretendía la historiografía
tradicionalista era el despojarnos de algo que por “herencia”, como pensaba
Heidegger, nos pertenece. El velo de esta historiografía nos privaba de conocer
nuestra historicidad. Nos ocultaba la posibilidad de ser auténticos y
conscientes de nuestro ser.
Pero
bien, esa historia tradicionalista sigue aún en nuestros días. La muestra está
en que la teoría de la historia en México es todavía inexistente. Los
historiadores siguen haciendo trabajos en los que la metodología del siglo XIX
no se va del todo. Siguen llenándose de polvo en los archivos, siguen tomando
al documento como una prueba de veracidad, siguen sin acercarse a otras formas
de estudiar la historia. ¿A qué obedece éste comportamiento? Como ya he dicho
anteriormente sigue existiendo cierta clase de presión sobre el investigador,
ciertas fuerzas que lo obligan a aceptar los paradigmas impuestos o a las que
no pone resistencia e incluso colabora con ellas. Claro que existen casos en
los que el historiador sí tiene una verdadera vocación y lucha contra las
imposiciones, las critica y enfrenta.
Cabe
ver de qué forma la historiografía tradicionalista se encuentra en la
actualidad, de que forma sigue trabajando y cual es su intención. Porque el que
la historia se siga llevando de tal manera sirve a fines diferentes de los
fines que solía seguir en los tiempos de O´Gorman. Detrás de la historia actual se encuentra
fuerzas más represivas y autoritarias.
La historia en nuestro país
En
Días de guardar (Monsivais, 1970, pag40) nos da una muestra de cómo el mexicano
ve a la historia dice:
“Alguien
siempre ha sostenido la no muy aparatosa tesis que afirma nuestra (plural de mexicanos) confusión cotidiana en lo relativo a
las fronteras entre la historia y el folletón. Los límites jamás son precisos:
puesto que la mayoría de los mexicanos hemos sido entrenados en el empeño de
captar el nivel o la dimensión anecdótica de la historia (la propaganda
habitualmente) , ya que se nos educó para vislumbrar como teoría general del
pasado una serie de flashes que iluminan la escena de conjunto del tercer acto
, se ha llegado, en una conmovedora confusión populista a historia con
melodrama, historia con despliegue interpretativo, historia con caracterización
de los personajes.”
La
historia en México entonces solo se nos presenta como un gran compendio de
anécdotas que caen como piezas de dominó una tras otra. Cada una representando
un instante que precede al siguiente en una ilación que se desarrolla en el
tiempo, pero cada una aislada a la vez de las otras. Para quien se acerque a la
historia lo único posible de ver será una especie de drama, una historia de
personajes que interpretan a los héroes de la patria, a los creadores o
culpables de nuestra nación.
Historia
es, viéndola desde éste enfoque, Hidalgo dando el grito de Dolores en una fría
madrugada, es Carmen Serdán defendiendo su casa, es la Corregidora en 1810
avisándole a los conjurados el descubrimiento del complot, es la batalla
vencedora del ejercito mexicano ante los enemigos franceses, es un “El respeto
al derecho ajeno, es la paz”, es Juan Escutia saltando envuelto por el lábaro
patrio, es la mitificación del patriotismo nacional. Jamás la historia será la
de los movimientos sociales, la de la criminalización de la protesta, la de los
desaparecidos, la de los fraudes electorales y mucho menos la de los hechos
recientes como la lucha del SME.
El
panfleto es la forma que toma el conocimiento histórico y es usado a favor del
régimen en el que vivimos. Es una manera de permear en la sociedad la
legitimidad de su situación. En ella existe toda la intención del engaño y la
confusión. La historia en México es, en palabras de Claudio Lomnitz (1998), una
“Ruina modernista”.” La prisa por legitimar una presidencia o un gobierno se
enreda con la economía del gasto público, y ambas se confabulan en una
producción de auténticos monumentos – inhóspitos y enajenantes para el usuario al
que estarían destinados: “el público”.- a la grandilocuencia y la corrupción de
las élites gobernantes”.
En
un ensayo de Bolívar Echeverría (fallecido hace poco) titulado Los indicios y la historia (2006) se nos
habla de una historia escrita a contrapelo. Está es una historia escrita a
partir no de los vestigios que dan pruebas irrefutables o llamadas verdaderas
que dejan tras de sí los acontecimientos estimados de grandes y decisivos por
los protagonistas o sus historiadores, sino escrita precisamente por la
ausencia de ese tipo de pruebas que se pierden con el acontecer de la vida
misma.
Para
explicar éste tipo de historia Bolívar se remite al ensayo de Ginzburg sobre el
paradigma indiciario. Ginzburg es
famoso por su microhistoria en la que saca a la luz aquello de la historia que
no es del todo visible o que fue borrado. Es de esta manera que le fue posible
el hacer un libro como El queso y los
gusanos con tan poco material ya que él trata de encontrar esos datos
perdidos o que se podrían, por decirlo así, leerse entre líneas.
“Si
la realidad es opaca, existen ciertos puntos priviligiados –señales, indicios-
que nos permiten descifrar. Esta ida constituye el núcleo del “paradigma
indiciario” o “sintomatológico” (ginzburg).
Lo
que se entiende por indicio no es precisamente lo que conforma una parte de
algo mucho más grande y que es insuficiente o innecesario. Por ejemplo los
vestigios que ha dejado un músico para su estudio son su obra, las partituras que
quedaron, son el instrumento que tocaba, las grabaciones que dejó, los
testimonios sobre él, biografías, fotografías, entrevistas etc. A pesar de
tener tanta información sobre el músico ésta no puede ser declarada como
suficiente y dejar de lado los indicios. A toda esa información hay que
tratarla como indicios. Esto es importante por que los indicios son “huellas de
vida” (Bolívar, 2006).
Escribe
Bolívar Echeverría:
“En
efecto, al ser empleados como pruebas del discurso biográfico, los documentos
solo muestran su cara manifiesta o luminosa; todos ellos tienen sin embargo, al
mismo tiempo otra cara, una cara oculta, que está en lo oscuro y que los
convierte necesariamente en indicios”.
La
historiografía tradicional está llena de datos y vestigios que se nos hacen
pasar por verdaderos. Sin embargo esta cantidad de información a veces trata de
ocular algo en su interior, algo de lo que no se nos quiere hacer partícipes.
Se nos muestra una historia con huecos, pero es en estos huecos donde se
encuentran los indicios. Los indicios invitan a la interpretación. El indicio
es un dato que esta allí en lugar de la prueba que falta o más allá de la
prueba existente. El indicio es algo que por necesidad fue vedado.
En
el caso de la historia en México podríamos encontrar cantidad de indicios ya
que es escrita con toda la intención del engaño. Es la historia oficial, la
historia que se escribe desde arriba por encargo. Es la historia que
institucionaliza y educa a la población. Es, por lo tanto, la historia en la
que los indicios deben ser interpretados para saber qué es lo que se esconde.
Si como seres humanos tenemos deberes con nosotros mismos y con los demás, de
igual forma al ser seres que somos historia tenemos un compromiso con la
historia misma.
Bibliografía:
O´Gorman Edmundo, Crisis y porvenir de la ciencia histórica, Imprenta
universitaria, 1947, pp.137-217.
Marías Julián, Historia de la filosofía, Alianza universidad textos, 1989,
pp.413-419.
Heller Agnes, Teoría de la historia, Fontamara, p.9
Monsiváis Carlos, Días de guardar, ERA, 1970, p.40.
Bolívar Echeverría, Los indicios y la
historia en Vuelta de siglo, ERA,
2006, pp. 131-143.