Consejos
de Raúl para la eternidad.
-Deja
eso, es mío- dijo Raúl mientras me miraba fijamente a través de sus lentes
redondos. Me dijo que sus lentes los había encontrado en la recámara de sus
papás. Son como los de aquél señor que cuelga de la pared del vecino de la
silla de ruedas. Dice el vecino que ese señor era una estrella de rock, que lo
mataron como dos años antes de que yo naciera. A mí no me gustan sus lentes, ni
su pelo todo caído. Dice mi mamá que se le llama pelo lacio, que yo lo tengo
chino, como ella. Le pregunté a mi mamá qué era una estrella de rock, me dijo
que son personas que hacen una música bonita; que a ella le gusta Queen. Me
puso un disco de los que guarda debajo de la vitrina. Yo no me acerco mucho a
la vitrina, en la parte de arriba hay una cabeza de payaso que me asusta. A
veces, cuando mamá sale por la noche, siento que la cabeza se asomará por la
puerta; aprieto los ojos muy fuerte, pero siento que la veo en la oscuridad de
mis párpados. No me gusta, le digo siempre a mamá que la tire. Dice ella que es
un recuerdo, con ella se acuerda de mi cumpleaños. Cuando la vi sobre el
pastel, se me hizo bonita. Pero ya no, siento que al entrar a la casa el payaso
siempre está esperándome. Cuando entro a la casa, corro muy rápido al cuarto de
mamá. Ella duerme y me acerco con cuidado junto a ella; cuando ella duerme, yo
duermo, y el payaso de queda inmóvil en la vitrina, fuera de mis párpados.
Escuché a Queen, ahora sé qué es una estrella de rock. Yo pensaba que las
estrellas sólo estaban en el cielo, y que de vez en cuando una de ellas se
cansaba mucho y se dejaba caer. Lo digo porque una vez vi cómo una se caía del
cielo, la vi desde la ventana. También pensaba que había una de ellas que
estaba bien gorda, como Salomón, el niño al que pasamos a dejar en el
transporte antes de mí. Ahora sé que se llama Luna. Yo creo que la estrella
roja luego que se ve junto a ella debe tener calor. -¿Sabías que a las
estrellas se les puede matar?- Le dije a Raúl, mientras él me quitaba mi
jouils, que ahora no sé si es mío o es de él. - ¿Y cómo se las mata, si yo veo
que están muy lejos y ni saltando las agarro?- me preguntó, a la vez que hacía
ruidos de carro, mientras movía mi jouils de un lado a otro, haciendo círculos
sobre el piso. Le dije que para que se murieran las estrellas tenían que ser de
rock. Cuando me preguntó cómo eran las estrellas de rock le dije que ellas
usaban lentes como los suyos y que tenían pelo lacio. Menos Queen, que tenía el
pelo corto y unos dientotes bien blancos. –Las estrellas de rock no están
cielo, te miran fijamente desde las paredes o desde los discos; y hacen un
ruido que te pone a mover el pie- le dije a Raúl, a la vez que le quitaba mi
carrito de las manos. Raúl se enojó, me dijo que quería el carro, y me prometió
que un día me iba a empujar de la azotea. Mamá me dice siempre que no me suba a
jugar allá, que puede ser peligroso. Pero a Raúl siempre le gusta jugar en la
azotea. Nunca lo veo en otra parte, ni en el parque o en alguno de los patios.
Cuando alguien sube a tender la ropa, Raúl siempre se esconde detrás de algún
tinaco. Dice que no quiere que lo vean, porque pueden ir a decirles a sus papás
que está arriba. A sus papás tampoco les gusta que Raúl juegue en la azotea.
Nunca he visto a los papás de Raúl. A lo mejor es alguno de los que luego suben
a tender. La otra vez invité a Víctor a jugar a la azotea. Él no quería, decía
que le daba miedo subir hasta arriba por esas escaleras de metal. Las escaleras
son como la resbaladilla que está en el parque. Subes y bajas en círculos. Le
dije a Víctor que no fuera puto, así me dijo mi papá que se les dice a los
miedosos. Cuando le dije al vecino que
no fuera puto y se bajara de su silla de ruedas, me miró como triste, después
se enojó y me dijo que no tenía nada de malo ser puto. Me dijo que hasta Queen
era puto. Yo la verdad no creo que Queen le tenga miedo a algo, usa una capa
roja y en la foto que me enseñó mi mamá tiene el puño cerrado, como si le fuera
a pegar a alguien. Víctor subió lentamente por las escaleras, le costó mucho.
Subía un escalón y se detenía, se agarraba bien fuerte del tubo y comenzaba a
llorar. –Pinche putito- le dije desde
arriba. Víctor se portó valiente y por fin pudo subir a la azotea. Cuando
estuvimos arriba, llamé a Raúl. Pensé que estaría escondido detrás de uno de
los tinacos. Pero Raúl no salió. Le dije a Víctor que Raúl era un niño todo
chele, de pelo lacio, flaco y que siempre usa la misma playera de Batman.
Víctor me preguntó que qué era chele, entonces me acordé de que mi mamá me
había dicho que ya no usara esas palabras, que esas palabras sólo se decían en
la casa de mi abuela. –En México se dice güero- le dije a Víctor. Me preguntó
que dónde se les dice chele a los güeros, le dije que en El Salvador. Víctor me
miró de forma extraña, yo creo que pensó que le estaba inventando todo. Me dijo
que él nunca había visto a ese niño llamado Raúl. –Al único que he visto con
algo de Batman es a ti. También te vi vestido de Robin y de Superman- mencionó
Víctor a la vez que se reía. Me gusta Batman y los luchadores. Mi mamá me llevó
a las luchas. Estuvieron en la esquina del parque. Yo iba re-emocionado, pensé
que vería a Mascarita Sagrada y a Octagón; al Hijo del Santo o a Blue Panter.
Pero no apareció ninguno de ellos, salieron el Cometa enmascarado y el Capitán
Rodríguez. A ellos nunca los había visto en las luchas que pasan los domingos
en la tele, ni en las revistas que de luchadores que mi mamá me compra. Creo
que al Capitán Rodríguez ya lo había visto una vez en la esquina de la casa, en
El flamingos, cuando entré a pedir calaverita a las señores borrachos. Mi mamá
me dijo que jamás volviera a entrar a ese lugar, ni a la pulquería que estaba
en la otra esquina. Yo no sabía que se llamaba pulquería, siempre pensé que era
un baño, ya que olía a baño. También me prohibió que me volviera a disfrazar.
Me dijo que yo no podía volar como Superman, que de no haberme escuchado bien
cuando le dije “ahorita vengo, voy a volar” seguramente ya estaría muerto. Le
dije a Víctor que jugaba casi todas las tardes con Raúl en la azotea, que jugábamos
con mis juguetes porque Raúl no tenía. Le dije que seguramente Raúl era muy
pobre. A veces, yo lo dejaba con mis juguetes cuando mi mamá me gritaba para ir
a comer. Cuando regresaba, Raúl ya no estaba, pero mis juguetes sí. Raúl era
muy bueno, jamás se los llevaba. Víctor me miró con unos ojos muy raros, con
los mismos ojos que hizo cuando subía por la escalera. –Mi mamá dice que tú
estás malito, que siempre te ve jugando solo en la azotea. Mejor ya me voy- me
dijo Víctor, y agarró y se bajó, ya sin miedo, por la escalera. Tuve ganas de
pegarle a Víctor, pero recordé que mi mamá me dijo que eso estaba mal y que no
tenía que volverlo a hacer, sino me castigaría de nuevo. Raúl dijo de repente
-tu amigo ese, el que se llama Víctor, cree que estás loco ¿verdad?- No, piensa
que estoy malito, o algo así dijo – le dije a Raúl- Me contestó que Víctor era
muy menso, que no se había dado cuenta de que él se había escondido muy bien.
Tan bien que ni yo lo había visto tampoco. Me dijo que se había escondido
dentro del tinaco, como el chavo del ocho. Pensé que eso era lo que había
pasado. –Lo bueno es que hoy sí me va a conocer, para que no ande pensando que
estás loco. Porque eso es en verdad lo que él piensa de ti. Además, no sé por
qué quieres juntarte con él, ¿apoco ya no te diviertes conmigo?- Me preguntó
Raúl, a la vez que me quitaba otra vez el carro. Le expliqué que quería que lo
conociera para que pudiéramos jugar los tres todas las tardes. –Bueno, creo que
ya viene. Le dijiste que hoy viniera a conocerme. ¿No?- Raúl se quedó inmóvil
mirando hacia la escalera. Comencé a escuchar los pasos que subían, muy lento.
–Es re puto- dijo Raúl, mientras me hacía señas para que fuera por Víctor. Me
acerqué a la orilla de la azotea y vi cómo Victor estaba apenas a la mitad de
la escalera. –Apúrate, Víctor. Ya está aquí Raúl. Traje mis jouils para que
juguemos-. Víctor subió por fin a la azotea. Comenzó a respirar muy fuerte y me
miró enojado. – ¿Ya ves? Me engañaste otra vez. Estás solo acá arriba- me dijo
Víctor, y me dio una patada debajo de la rodilla. Me agaché porque me dolía
mucho. Voltee y vi que Raúl ya no estaba. Sólo vi los coches en el suelo. Le
dije a Víctor que teníamos que buscarlo, porque de seguro se había escondido
dentro del tinado, como el chavo del ocho. – Mi mamá tiene razón, estás loco.
Yo mejor me bajo- dijo Víctor, y se dio la vuelta para regresar a las
escaleras. De repente, Raúl salió de atrás de uno de los tinacos y empujó a
Víctor. Sólo vi cómo él intentó volar con los brazos. Escuché su grito y
después un ruido muy fuerte, como el ruido que escuchas en tu cabeza cuando
caes sin poner las manos. Me asomé por la orilla de la azotea. Vi a Víctor
acostado. La gente se iba juntando a su alrededor, algunos caminaban con
cuidado para no pisar su sangre. Ahora sé, me lo dijo mi mamá, que Víctor no
era imaginario.