sábado, 7 de julio de 2012


Las Jóvenes calles de Julio.
Roberto Conde.

Las calles rejuvenecen en estos días en los que el polvo se asienta con facilidad sobre ellas. El tiempo parece haber dado marcha atrás casi un siglo. Las huellas de miles van levantando el polvo marchito que sexenio tras sexenio se cimienta sobre los trazos de la nación. Y quedan como impronta imborrable en la cera de la memoria colectiva. El ayer de hace 83 años  está más que presente en los ánimos de los que dan por vencida la contienda.  Reina en  los  que un pasado trata de imponer y dar su versión de los hechos. Es el pasado defensor de los mejores tiempos; defensor de una nostalgia de lo menos “pior” Pero este pasado no es el de los mexicanos ni el de los historiadores serios: es el pasado de algún puño de traidores que construyen ficciones y traman una realidad más que fingida.
Modernidad sobre modernidad ha venido dejando al pueblo con un lastre insoportable hacia el pasado. El discurso de ellas es el del porvenir que ya está aquí. El ahora democratizado  del que tanto se presume en la actualidad se parece tanto al ahora de Porfirio; al ya de Ávila Camacho; al hoy de Díaz Ordaz y de Echeverría. Se le ha vendido a un precio demasiado caro al pueblo la idea barata de una democracia adecuada a las circunstancias del siglo XXI. Democracia fallida cuyo centro está plagado con  prácticas que  no son diferentes a las del siglo XIX. Se trata de la ficción liberal; de la ficción democrática. Es la ficción que crea realidad de la misma manera en que la televisión crea historias inverosímiles a todas horas del día.
El pasado debe de estar presente, de eso no cabe la menor duda. Pero debe de estar presente como memoria en los ciudadanos: ese ser de lo que ha sido compartido por el grupo; ser auténtico e imborrable en el mundo; ser que se encuentra en constante lucha contra el olvido. Desde los ámbitos de la memoria se sacarán las fuerzas y las armas para negar el pasado por encargo creado  desde arriba. La memoria maestra y amiga, eslabón entre los humanos, jamás debe de ser borrada con discursos y palabrerías engañosas. Si esto no pasara se caería en  la imagen errónea del presente continuo; ese presente en el que al parecer todo es y ha sido tal y como se nos presenta. Es la continuidad de lo ya establecido y de lo que no tiene ni se puede encontrar escapatoria.  
Las calles rejuvenecen en estos días en los que un pasado fantoche parece estar más que presente. Pasado que niega su inexistencia y se rehúsa a dejar de ser y mentir. Rejuvenecen por que es necesario y  así lo amerita; porque de lo contrario, quedaran como ruinas sobre las que la modernidad impondrá su terrible sello de autenticidad y novedad.  Rejuvenecen con el ritmo de los que estudian; de los que saben y se informan; de los que ya no aceptan imposiciones ni caen en clásicos discursos de apatía y resignación; de los que ya no callan, gritan  y viven ilusionados por lo que los demás ven tan distante e imposible. Su marcha ha venido a dar aires de respiro, provenientes del oriente, a un cuerpo que ha pasado por mucho tiempo raquítico e inmóvil. Dicen ser 132. Habrá que contarlos mejor.

Puebla 8 de Julio de 2012.

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