miércoles, 19 de septiembre de 2012

Tribulaciones de una historia no pensada.



La intensión de este ensayo es la de hacer una especulación acerca de la falta de teoría  en la historia en México. La historia actual debería de poner más interés en este tema ya que es fundamental para la creación de una mejor concepción de la tarea del historiador. A veces al preguntársenos el por qué de nuestra carrera se cae en un silencio. El que se dedica a la   historia no encuentra los fundamentos que le dan sentido a la ciencia que estudia. Por eso es vital el hacer un estudio y  reflexión acerca del tema.
La crítica y la reflexión, considero, son como una especie de motor de la  teoría histórica. La importancia de estos dos conceptos, por lo menos en México, no ha sido tomada en cuenta como se debería. Es por esta cuestión que se habla de la falta de teoría de la historia en México. Cuando hablamos de teoría histórica mexicana inmediatamente vamos a nuestro único referente,  Edmundo O'Gorman, pero qué pasa con los demás estudiosos de la historia. ¿Acaso en México no existe un interés por explicar cual es el sentido de la historia para el ser humano?
Este tema casi no se toma en cuenta dentro de los estudios históricos ya que en él se ve una subjetivización del conocimiento histórico. Se le deja en cambio esta tarea a otras disciplinas como la filosofía. Y esto no pasa precisamente por una falta de capacidad  o pereza mental, como se suele pensar al comparar la situación de falta de teoría en nuestro país con la de otros como son los países europeos en los que el historiador es capaz de crear teorías sobre el fin de su profesión. La falta de reflexión y, por lo tanto de teoría, a mi parecer, se da por coerción, coerción de la que uno no está del todo consciente.
Desde un principio, me refiero a la creación de las instituciones, existe un tipo de alienamiento o enajenación de los estudiosos que se instala en las dependencias que se encargan de la producción del conocimiento histórico y es a través de éste que se regulariza el estudio de la historia. El estudioso que quiere ser parte de la institución o seguir en ella, debe de seguir las pautas que marca ésta misma o se vera en una situación de marginamiento.
Pero esta situación no solo se da en el campo de la historia o en el de las demás ciencias. En verdad se encuentra en todos lados. En la realidad cotidiana somos parte de un gran entramado de ideas, sentimientos u opiniones que llevan por fin el logro de ciertos intereses ajenos a nosotros mismos.    
Al parecer existe toda una estructura que da forma a una sociedad en la que el pensamiento libre y la reflexión no solo no son bien aceptados sino que incluso son censurados. Ésta censura puede ser muy bien camuflajada. Existen alrededor de nosotros cientos de distracciones que nos desvían de lo verdaderamente importante o significativo. Pero, ¿con qué fin se da está censura? ¿Cuál es la intención que se esconde detrás de ésta estructura? Y, sobre todo ¿Quién o quienes son los que ejercen ese dominio de nosotros?
 A partir de la reflexión el ser humano es capaz de entender al mundo y a sí mismo o, por lo menos, puede acercarse a un conocimiento que está más allá del conocimiento que se adquiere de forma empírica. El humano ya no se encuentra interpretando el papel de receptáculo de conocimiento solamente, sino que es capaz de generarlo y cuestionarlo. Es de este cuestionamiento de donde podemos extraer el germen de la crítica. La crítica, como decía José Ortega y Gasset, es una lucha, y como tal, es una personificación de nosotros mismos en un discurso. Es el discurso al que se quiere censurar.
Para mi es de vital importancia el uso de la reflexión y la crítica en la historia ya que sin ella sería casi imposible o imposible la creación de la teoría. Sería como alejar al ser humano de su historicidad, esto es, de su capacidad para ser creador de la historia (Heidegger).

La falta de teoría México

La teoría de la historia en México se nos presenta como un tema baladí. No es de importancia la reflexión en la historia, lo importante es la creación de hechos y el uso práctico que se le puede dar a estas construcciones. Si el estudioso de la historia hace uso de la teoría los resultados podrían ser de distinta índole. El trabajo podría ser parte de la filosofía, de la antropología o de la sociología, de todo, menos de la historia. 
La teoría de la historia es un tema en el que el historiador no debe inmiscuirse ya que esto representaría un grave problema para la legitimación del las instituciones y de las personas que verdaderamente ejercen el control de ellas.  Para las instituciones es de vital importancia el mantener a sus integrantes a raya. Si el investigador llega a representar un peligro, lo mejor que se puede hacer  es censurar su trabajo o desprestigiarlo.
Es importante ver el por qué de esta forma de actuar en el campo del conocimiento histórico. La falta de crítica o de reflexión en la historia y en las demás ciencias solo nos llevará a un estancamiento. La perpetuidad de estas formas de coerción sobre el investigador ha resultado en un declive de la forma misma en que se ve  a la historia.   
El problema que surge de la ya mencionada coerción de los “agentes externos”, como los llama Boudieu, en las investigaciones históricas es la falta de teoría. Esta falta de algo tan importante para la comprensión de cualquier campo de estudio, para la historia se transmuta en una inexistencia de la historicidad en el hombre.
Pero ¿qué se entiende por historicidad? Para definir de qué estamos hablando en cuanto a historicidad se refiere hago uso de lo que escribió Agnes Heller en su Teoría de la historia. Dice:
“La historicidad no es sólo algo que nos haya sucedido. No es una propensión en la que  nos podamos “deslizar” como si fuese un vestido. La historicidad somos nosotros, nosotros somos tiempo y espacio. Las dos “formas de percepción” kantianas no son otra cosa que la consciencia de nuestro ser. La conciencia de nuestro ser es nuestro ser. Las categorías apriorísticas kantianas – cantidad, cualidad, relación y modalidad- son secundarias desde un punto de vista ontológico. No son la conciencia d nuestro ser, sino la expresión del reflejo consciente en nuestro ser. Los seres humanos pueden concebir el tiempo y el espacio sin la necesidad de la cantidad, la cualidad, la relación y la modalidad (como el “tohu buhu”, la nada, el vacío universal), pero no pueden concebir ninguna categoría al margen del tiempo y del espacio. Incluso lo absurdo es temporal y espacial porque somos tiempo y espacio.”
Al pensar el ser humano es su historicidad y darse cuenta de que es tanto tiempo como espacio se hará consciente de sí mismo, esto significa que tendrá un conocimiento inmediato de su ser, de sus actos y de sus reflexiones. Y es esto parte importante de lo que nos distingue de otros seres, ya que es el hombre el único ser que se encuentra consciente de su finitud. Los hombres, dice Heller, son mortales. “Los animales perecen, no son mortales”. La historicidad se nos presenta con la estructura del ser y está estructura no es más que la existencia misma.
Este pensamiento claramente está sacado de la filosofía de Heidegger. Este pensador se dio a la tarea de hacer una teoría del significado del ser. En su obra Ser y Tiempo, pese a ser una obra que quedó incompleta, Heidegger plantea ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el autor parte del supuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por ser, en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en su entidad.
Si vamos más atrás de Heidegger nos vamos a encontrar con quien fue su mentor, Husserl, quien estudió la fenomenología. Este dato me parece importante por la repercusión que tiene en el pensamiento de Heidegger y por lo tanto en la historia. La fenomenología es una rama de la filosofía que estudia la interacción de los hechos (fenómenos) y de la conciencia. En la fenomenología la conciencia se mueve en tres tiempos, los cuales son: presente, pasado y futuro. A cada uno de estos tiempos le corresponde una capacidad de la mente. Al presente corresponde la sensación, al pasado la memoria y al futuro la imaginación (Marías, 1989). Considero que es de este pensar en los movimientos del que Heidegger saca su opinión de que el hombre es capaz de hacer historia. El hombre al crear su historia a través de la memoria desde un presente en donde actúan sus sensaciones (su interés) la lanza hacia un futuro imaginario con el fin de darle satisfacción a su “preocupación” teórica. Éste es un punto de vista muy personal.
Pero siguiendo el pensamiento de Heidegger la cuestión que sigue es la de ver qué es el ser. Para éste filosofo el ser es lo más comprensible y evidente. Todos somos capaces de comprender oraciones como “el cielo es azul” o “el mar es muy profundo”. Pero el hecho de que todos podamos entender el uso cotidiano del ser no significa que entendamos su sentido. Si se nos llega a preguntar qué es el ser difícilmente lo podríamos definirlo con otras palabras que no sea la misma de ser. Este concepto tiene algo de enigmático. “El ser no se puede definir” pero esto mismo plantea la cuestión de su sentido (Marías, 1989, p.415).
Lo que hace Heidegger es tratar de explicar el sentido del ser a través de la ciencia. Dice que la ciencia, como comportamiento del hombre tiene el modo de ser de este ente que es el hombre. A este ser él le puso el nombre de Dasein (Existir en). Pero el filósofo dice también que la ciencia no es la única forma de ser del existir. El existir se entiende por su ser; la comprensión del ser es una determinación del ser del existir.
El ser del Dasein , del existir , es la Existenz, la existencia. Heidegger llama existencial a lo que se refiere como la estructura de la existencia. El análisis ontológico del ente que como ya vimos es la existencia necesita una consideración previa de la existencialidad, es decir, el modo del ser del ente que existe.
Pero existen más entes aparte del ser. También existe otro ente que es el mundo, que igualmente cuenta con una estructura ya que éste ente está de igual forma  comprendido en el ser del existir.
La estructura de la que habla Heidegger es nuestra existencia. Es la que nos conforma como seres. Y nosotros como seres habitamos y nos desarrollamos en el mundo. Este mundo es posible de comprender debido a que está interiorizado en nuestro ser por la razón de que es en él donde nos desplegamos. Nos movemos en un espacio y también en el tiempo y estos dos conceptos son también parte de la estructura que es la existencia. Es por ésta razón que al hablar del ser se habla igualmente de tiempo y espacio. No fuimos ni seremos, somos, no estuvimos ni estaremos, estamos. Es de esta manera como llegamos a ser historia.  
Tomando en cuenta estas formas de ver al ser la pregunta sería ¿cómo se aplica esta concepción del tiempo y del ser que en el desarrolla en la historia? De qué manera aterrizamos la concepción de Heidegger en el conocimiento histórico. La respuesta tal vez sea encontrada en el autor que la trabajó en la historiografía mexicana. Este autor es Edmundo   O'Gorman.
 Edmundo   O'Gorman empieza su carrera en la historia en un tiempo de atraso en la institución. Éste atraso es claramente herencia de la corriente positivista del siglo XIX. En ella sigue aun vigente el paradigma que trata de entender a la historia como una más de las ciencias de la naturaleza. Son momentos en los que existe una cosificación de la existencia humana con el afán de transformarla en algo ajeno a la existencia misma. El argumento de Ranke, que es un “engaño o enajenación del pasado” (O'Gorman, p.149), es el que marca las leyes en los estudiosos de la primera mitad del siglo XX. Éste argumento es: “El pasado humano no tiene ni puede tener influencia sobre la vida”.
De igual forma Ranke hizo lo que O´Gorman llama un juicio vicioso que permitió el paso hacia una consideración teórica inauténtica del pasado. Ranke dijo: “El pasado es lo que realmente ocurrió”. Con éste cambio semántico se hace un truco de prestidigitación. El sujeto ya no fue este pasado, sino lo verdaderamente pasado, se convierte en un ser objetivo al que se le atribuye el predicado de haber ocurrido.
A pesar de que con este argumento Ranke trataba de convertir al pasado en un objeto de estudio, para poder delimitarlo desde la manera en que se hace en las ciencias naturales,  esto resultó ser una quimera. Al tratar a la historia como algo alejado de nosotros ésta no pasaba a ser un objeto  de la “preocupación” teórica de la que hablaba Heidegger sino que seguía en su papel pragmático o utilitario. Esto equivalía a seguir afirmando que la historia no era más que un depósito de experiencia.
Edmundo explica a que se refiere Heidegger con esto de la “preocupación”. La “preocupación” se debe entender como el existir del hombre entregado al mundo que lo circunda. Éste existir toma la forma de hábito en la que todo se trata de ver con un fin de “utilidad posible”. Ésta es la etapa en la que se encuentra la historiografía inspirada en Ranke. Es la simple utilización de la historia con un fin, utilización que se dará en la historiografía mexicana con la intención de crear un nacionalismo.
Lo que O´Gorman juzga de este paradigma es que en el no puede haber en verdad un conocimiento histórico de carácter científico ya que el origen de la ciencia es parte de la otra clase de “preocupación” que es la preocupación sabia, o sea la preocupación especulativa, de índole teorética. Si la historia sigue por este camino el discurso al que se llegará será el de fabricar existencias (hechos) y no objetos teóricos a los cuales delimitar a través de un cuestionamiento serio. Lo importante de esto es recalcar que ninguna ciencia es capaz de crear existencias, las ciencias parten desde la una existencia previa a el objeto que será creado por la investigación.
   Es de está manera que se llegó a convertir a los vestigios históricos en fuentes de información, simples materiales de un pasado muerto, una cosa lejos de nosotros. La historiografía solo trata de acomodar y clasificar en el tiempo a los vestigios y de está manera presentárnoslos como pruebas de una verdadera realidad del pasado. Es el pasado hecho cosa.
Lo importante de esto es que al hacer la historiografía un truco de imitación de las ciencias naturales trata de conseguir un fin en específico que es la legitimación como ciencia y obtener los beneficios que estas tienen. Los postulados de verdad que ostentan las ciencias de la naturaleza se transmiten a la ciencia de la historia. El estudioso de la historia se postula como un poseedor de la verdad, y ésta verdad se niega a ser combatida. Con esto se logra la extensión de la utilidad de la historia ya que tiene “posibilidades utilitarias, o sea que se consideran en su función de proposiciones de certidumbre absoluta y de necesaria, eterna y universal aceptación” (O´Gorman, p.163).
Para Edmundo la solución al problema de la historiografía en México tiene que venir desde afuera. Y es muy comprensible este modo de ver las cosas ya que el historiador no quiere perder el prestigio alcanzado con éste tipo de historia. A cualquier crítica simplemente dará la espalda. A los argumentos en contra de su oficio los verá como venidos de agentes extraños a su carrera. La que vendrá a encargarse de ejercer la crítica en la historia será la filosofía.
Lo que viene a dar el “cambio de perspectiva” en la historia es tarea de la filosofía y el historicismo. Lo que ahora se busca es el deshacerse de las imposiciones del método aunque esto sea visto como una herejía respecto a la ortodoxia metódica. El historicismo viene no ha mejorar o enriquecer la historia tradicional, viene a acabar con ella y es a través de la filosofía que se intenta armar una historia de carácter teórico.
Mientras la historia siga viéndose como una ciencia física o natural se está escondiendo a la preocupación que como historiadores nos debe importar. La historiografía naturalista “es un modo de ocultación de la posibilidad de llegar a conocer especulativamente a la historia” (O´Gorman, p.191). Existe un desvío del juicio.
Hay que recordar que Heidegger habla de un cambio de juicio para empezar a tratar bien un conocimiento y darle el carácter de científico. Edmundo usa el siguiente juicio: “El pasado es un deposito de experiencia humana”. Pero dice que esté juicio no es suficiente ya que implica aún factores prácticos. Si se lee de diferente manera el sentido cambia. “El pasado es algo que se refiere al hombre: que es nuestro”. Así, con éste cambio semántico, se logra hacer del pasado un ser objetivo: el pasado de atributo humano
El pasado se convierte en objeto especulativo. Existe una “precomprensión predeterminante” que delimita al pasado, de donde surgen cierto tipo de cuestiones. Ahora ya el pasado no sólo pasa a formar parte y tener influencia en nosotros, ahora es nuestro. Lo que pretendía la historiografía tradicionalista era el despojarnos de algo que por “herencia”, como pensaba Heidegger, nos pertenece. El velo de esta historiografía nos privaba de conocer nuestra historicidad. Nos ocultaba la posibilidad de ser auténticos y conscientes de nuestro ser.
Pero bien, esa historia tradicionalista sigue aún en nuestros días. La muestra está en que la teoría de la historia en México es todavía inexistente. Los historiadores siguen haciendo trabajos en los que la metodología del siglo XIX no se va del todo. Siguen llenándose de polvo en los archivos, siguen tomando al documento como una prueba de veracidad, siguen sin acercarse a otras formas de estudiar la historia. ¿A qué obedece éste comportamiento? Como ya he dicho anteriormente sigue existiendo cierta clase de presión sobre el investigador, ciertas fuerzas que lo obligan a aceptar los paradigmas impuestos o a las que no pone resistencia e incluso colabora con ellas. Claro que existen casos en los que el historiador sí tiene una verdadera vocación y lucha contra las imposiciones, las critica y enfrenta.
Cabe ver de qué forma la historiografía tradicionalista se encuentra en la actualidad, de que forma sigue trabajando y cual es su intención. Porque el que la historia se siga llevando de tal manera sirve a fines diferentes de los fines que solía seguir en los tiempos de O´Gorman.  Detrás de la historia actual se encuentra fuerzas más represivas y autoritarias.

 La historia en nuestro país

En Días de guardar (Monsivais, 1970, pag40) nos da una muestra de cómo el mexicano ve a la historia dice:
“Alguien siempre ha sostenido la no muy aparatosa tesis que afirma nuestra (plural de mexicanos) confusión cotidiana en lo relativo a las fronteras entre la historia y el folletón. Los límites jamás son precisos: puesto que la mayoría de los mexicanos hemos sido entrenados en el empeño de captar el nivel o la dimensión anecdótica de la historia (la propaganda habitualmente) , ya que se nos educó para vislumbrar como teoría general del pasado una serie de flashes que iluminan la escena de conjunto del tercer acto , se ha llegado, en una conmovedora confusión populista a historia con melodrama, historia con despliegue interpretativo, historia con caracterización de los personajes.”
La historia en México entonces solo se nos presenta como un gran compendio de anécdotas que caen como piezas de dominó una tras otra. Cada una representando un instante que precede al siguiente en una ilación que se desarrolla en el tiempo, pero cada una aislada a la vez de las otras. Para quien se acerque a la historia lo único posible de ver será una especie de drama, una historia de personajes que interpretan a los héroes de la patria, a los creadores o culpables de nuestra nación.
Historia es, viéndola desde éste enfoque, Hidalgo dando el grito de Dolores en una fría madrugada, es Carmen Serdán defendiendo su casa, es la Corregidora en 1810 avisándole a los conjurados el descubrimiento del complot, es la batalla vencedora del ejercito mexicano ante los enemigos franceses, es un “El respeto al derecho ajeno, es la paz”, es Juan Escutia saltando envuelto por el lábaro patrio, es la mitificación del patriotismo nacional. Jamás la historia será la de los movimientos sociales, la de la criminalización de la protesta, la de los desaparecidos, la de los fraudes electorales y mucho menos la de los hechos recientes como la lucha del SME.
El panfleto es la forma que toma el conocimiento histórico y es usado a favor del régimen en el que vivimos. Es una manera de permear en la sociedad la legitimidad de su situación. En ella existe toda la intención del engaño y la confusión. La historia en México es, en palabras de Claudio Lomnitz (1998), una “Ruina modernista”.” La prisa por legitimar una presidencia o un gobierno se enreda con la economía del gasto público, y ambas se confabulan en una producción de auténticos monumentos – inhóspitos y enajenantes para el usuario al que estarían destinados: “el público”.- a la grandilocuencia y la corrupción de las élites gobernantes”.  
En un ensayo de Bolívar Echeverría (fallecido hace poco) titulado Los indicios y la historia (2006) se nos habla de una historia escrita a contrapelo. Está es una historia escrita a partir no de los vestigios que dan pruebas irrefutables o llamadas verdaderas que dejan tras de sí los acontecimientos estimados de grandes y decisivos por los protagonistas o sus historiadores, sino escrita precisamente por la ausencia de ese tipo de pruebas que se pierden con el acontecer de la vida misma.
Para explicar éste tipo de historia Bolívar se remite al ensayo de Ginzburg sobre el paradigma indiciario. Ginzburg es famoso por su microhistoria en la que saca a la luz aquello de la historia que no es del todo visible o que fue borrado. Es de esta manera que le fue posible el hacer un libro como El queso y los gusanos con tan poco material ya que él trata de encontrar esos datos perdidos o que se podrían, por decirlo así, leerse entre líneas.
“Si la realidad es opaca, existen ciertos puntos priviligiados –señales, indicios- que nos permiten descifrar. Esta ida constituye el núcleo del “paradigma indiciario” o “sintomatológico” (ginzburg).
Lo que se entiende por indicio no es precisamente lo que conforma una parte de algo mucho más grande y que es insuficiente o innecesario. Por ejemplo los vestigios que ha dejado un músico para su estudio son su obra, las partituras que quedaron, son el instrumento que tocaba, las grabaciones que dejó, los testimonios sobre él, biografías, fotografías, entrevistas etc. A pesar de tener tanta información sobre el músico ésta no puede ser declarada como suficiente y dejar de lado los indicios. A toda esa información hay que tratarla como indicios. Esto es importante por que los indicios son “huellas de vida” (Bolívar, 2006).   
Escribe Bolívar Echeverría:
“En efecto, al ser empleados como pruebas del discurso biográfico, los documentos solo muestran su cara manifiesta o luminosa; todos ellos tienen sin embargo, al mismo tiempo otra cara, una cara oculta, que está en lo oscuro y que los convierte necesariamente en indicios”.
La historiografía tradicional está llena de datos y vestigios que se nos hacen pasar por verdaderos. Sin embargo esta cantidad de información a veces trata de ocular algo en su interior, algo de lo que no se nos quiere hacer partícipes. Se nos muestra una historia con huecos, pero es en estos huecos donde se encuentran los indicios. Los indicios invitan a la interpretación. El indicio es un dato que esta allí en lugar de la prueba que falta o más allá de la prueba existente. El indicio es algo que por necesidad fue vedado.
En el caso de la historia en México podríamos encontrar cantidad de indicios ya que es escrita con toda la intención del engaño. Es la historia oficial, la historia que se escribe desde arriba por encargo. Es la historia que institucionaliza y educa a la población. Es, por lo tanto, la historia en la que los indicios deben ser interpretados para saber qué es lo que se esconde. Si como seres humanos tenemos deberes con nosotros mismos y con los demás, de igual forma al ser seres que somos historia tenemos un compromiso con la historia misma.

Bibliografía:

O´Gorman Edmundo, Crisis y porvenir de la ciencia histórica, Imprenta universitaria, 1947, pp.137-217.
 Marías Julián, Historia de la filosofía, Alianza universidad textos, 1989, pp.413-419.
Heller Agnes, Teoría de la historia, Fontamara, p.9
Monsiváis Carlos, Días de guardar, ERA, 1970, p.40.
Bolívar Echeverría, Los indicios y la historia en Vuelta de siglo, ERA, 2006, pp. 131-143.